El próximo 21-D, Catalunya no
solo celebra unas elecciones autonómicas que le permitan recuperar la
normalidad democrática y emprender la senda de la recuperación económica, sino
que se enfrentan dos concepciones del mundo: un nacionalismo identitario y
excluyente contra un constitucionalismo que tiene Europa como marco de
referencia.
Las relaciones de Cataluña con el resto de España y el
mundo han ido poco a poco evolucionando desde la épica --"el mundo
nos contempla"-- hasta el actual estado de cosas, mucho más próximo al
vodevil y al ridículo.
¿Cómo se interrelaciona lo que está
aconteciendo en el mundo global con el desarrollo del llamado procés? Como
apunta Eric
Kaufmann, profesor canadiense de política en Birkbeck College
(Inglaterra), nos encontramos inmersos en un proceso de transformación de
valores donde la vieja línea divisoria de izquierda contra derecha, la
lucha contra la desigualdad a través de la economía, de la redistribución
frente al libre mercado, está siendo sustituida por una nueva polarización
emergente, nacionalismo contra cosmopolitismo, cultura cerrada contra
cultura abierta. El enemigo es el cosmopolitismo y la respuesta es el
nacionalismo.
En Cataluña, el paradigma
izquierda-derecha ha sido sustituido por el factor patriótico, el combate
contra la desigualdad por el refugio en la identidad, volver a la tribu y
anclar en aguas seguras, la fe sustituye a la razón, se vuelve la vista hacia
un pasado que se proclama glorioso, "prietas las filas,
recias, marciales... el gesto alegre, firme el ademán".Por eso, es
difícil de entender que fuerzas que se autocalifican de izquierdas apuesten por
la liberalización de las tribus, dar la palabra a los territorios privilegiados, los
que quieren romper el principio de solidaridad e igualdad.
Utilizaré algunos
conceptos de la ciencia física para poder explicar los acontecimientos que se
suceden de forma caótica y precipitada en la Cataluña de hoy.
La cantidad de movimiento (masa por
velocidad) generada por el procés evoluciona
a la baja y se encuentra en recesión. Se intenta compensar la pérdida de masa
de los adherentes con la aceleración --variación de la velocidad con
respecto al tiempo--, menos gente pero más excitada. Sin duda, la aceleración
puede provocar el descarrilamiento del procés en
su recorrido hacia la República del 3%. Algunos dirigentes catalanes
directamente afectados por este valor numérico están al borde de un ataque de
nervios. La declaración de Fèlix
Millet, la puntilla...
Se habla de "choque de
trenes", algunos apuntan que éste no es posible dado que el procés circula
por vía muerta. Sin embargo, existen riesgos de colisión; me temo que sin duda
sería una colisión inelástica, es decir, con pérdida de energía de
las partes colisionadas. En Cataluña hay el peligro de, por tanto tirar de
la cuerda, superar el límite elástico de la cohesión social y entrar en zona de
deformación plástica, en donde no hay posibilidades de recuperación.
Otra consecuencia sin
duda preocupante del llamado "choque de trenes" --aunque
no se produjera-- sería evaluar los daños colaterales causados a Cataluña en la
suicida estrategia de intentar perjudicar y desprestigiar al Estado, sembrando
la duda sobre la calidad de la democracia española, practicando el victimismo
tan propio de los nacionalismos irredentos y recreando hasta el paroxismo el
falso relato de la persecución de un pueblo oprimido durante siglos.
España es la decimosegunda potencia
económica mundial y el decimoséptimo país más respetable del mundo, según el
estudio The most
reputable countries in the world (junio 2016) elaborado por la
prestigiosa consultora RepTrak. Sin embargo, nuestro país tiene un gran problema,
la falta de un relato común y compartido que agrupe y
convoque a los españoles. El Gobierno del PP, con la ausencia de liderazgo
moral e intelectual de Mariano
Rajoy, ha sido incapaz de ayudar a construir este relato.
España necesita un proyecto de país, partidos que lo desarrollen y un liderazgo
político del que carecemos en la actualidad.
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