Homenaje a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, capital de las Españas, fue militante comunista,
abogada de CC.OO y jueza progresista. Mientras tanto Barcelona sumida en el ruido
del "procés" y en la depresión del post-EMA.
El universo
secesionista recurre a mensajes simplificadores que permiten activar de forma
permanente los mecanismos de confrontación. La identificación de España y
Madrid con Franco y el fascismo es un buen ejemplo de lo
apuntado.
Madrid años
30, capital de la República española, la ciudad se moderniza e industrializa a
gran velocidad, sale de su letargo de siglos, planifica su remodelación urbana,
fluye la arquitectura racionalista y el futurismo en el arte se expresa con el
pintor Ramón Puyol y su cartel del "no pasarán".
Frente a la ciudad que despierta, surge con fuerza el antimadrileñismo que
caracterizó al agrarismo castellanista (Santiago Alba, Francisco
de Cossío, Onésimo Redondo, García Serrano...), que
odia el centralismo madrileño propio del Estado liberal. La capital aborrecida,
enemiga de la España rural y fascista, como destaca el escritor Fernando
Castillo en su ensayo Los años de Madridgrado.
El Madridgrado, término
acuñado por Queipo de Llano desde sus deleznables soflamas
radiofónicas sevillanas en el verano del 36, convertido en la novela del mismo
nombre de Francisco Camba, la ciudad roja, capital europea
antifascista, acusada de urbe comunista y extranjera, sucursal de Moscú en
España.
Madrid
derrotada, Franco aborrece de la capital que le resistió durante 3 años. Hasta
el Real Madrid es castigado por el franquismo. Sus presidentes durante la
república y la guerra civil, el liberal Sánchez-Guerra acabó
en la cárcel y Antonio Ortega, militante comunista, fue ejecutado
al acabar la guerra .El Madrid no ganó una liga hasta 1954, cuando Bernabéu convence
al dictador de que podía ser el equipo del Régimen...
Madrid
conjuntamente con Barcelona lidera la lucha antifranquista. Franco no sitúa la
"acorazada", única división operativa del ejército, en Cataluña y
Euskadi, como exigiría la logística militar para defender nuestras fronteras,
sino que es Brunete la ubicación elegida para "vigilar" Madrid y su
"cinturón rojo". Es bien cierto que el franquismo, una vez ocupada y
castigada Madrid, decide utilizarla como capital del nuevo régimen. Madrid se
vuelve antipática. El posfranquismo acentúa el carácter de capital del derroche
y el pelotazo gallardoniano, el palco del Bernabéu, las radiales
de Aznar --buque insignia del capitalismo de amiguetes--,el
Madrid "casposo" de la marquesa Aguirre,
"cheli" y "chulapona".
Pero existe
otro Madrid heredero de la capital de tradición republicana, laica y liberal de
los años 30. La posmodernidad de Tierno, la capital mundial del
Orgullo Gay, una sociedad muy viva llena de grandes contrastes, la urbe por la
que serpentean las mareas "blanca", "verde" y
"roja", en defensa de la sanidad pública y la enseñanza de calidad
para todos. Mientras tanto el secesionismo invade la Barcelona innovadora y
cosmopolita y las mareas identitarias agitan la exclusión de su estelada.
Madrid puede
volver a ser lo que la alcaldesa Colau declaraba el 13 de
diciembre del pasado año, al expresar su "deseo de que la capital de
España vuelva a ser la de todos los españoles, también la de los
catalanes"; quizás ha sido la única vez que nuestra alcaldesa hizo
una declaración no recomendada por su consejeros mediáticos, pocas horas
después se vio obligada, a puntualizar sus palabras.
Ha llegado el momento de dejar de
utilizar Madrid para justificar la bancarrota de la gestión del Govern de la
Generalitat, el despilfarro del 3%, el desgobierno y la deriva centrífuga hacia
ningún sitio. Urge aprovechar la pérdida de mayoría absoluta del PP para
negociar con el Estado, no con Madrid, la solución de nuestros problemas de
infraestructuras y racionalizar nuestro esfuerzo de financiación desde la
solidaridad.
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